Saliendo de mi casa rumbo al trabajo pasé cerca de un almacén, a la salida de el local un niño lloraba de rodillas sobre una bolsa de papel manchada por lo que al parecer antes de caer fue un huevo,eso me gatilló un recuerdo notable de mi niñez.
Acababa de comprar dos huevos en "la ventana"(clásico almacén de mi barrio), cuando al salir la timida bolsa se me escapa de las manos y... los huevos ya estaban revueltos en la vereda y no en la sartén, recuerdo que la angustia me consumió por completo, ¿Qué sería del desayuno familiar sin el ingrediente estrella en la paila?, entonces mi inocencia me dictó el proceder ante el acontecimiento, recogí la bolsa y le dije a la señora Juanita (entre justificados sollozos) que me cambiara los huevos por que me habían salido quebrados, ella sonrió con la tipica mueca de una madre que entiende la candidez de su pequeño hijo.
Cómo llegamos a perder la inocencia?
Damos por sentado el hecho pero, por qué prescindir de ellla?
La inocencia nos plantea una relidad sin cortapisas ni burocracia, es sólo lo que se nos presenta y no hay dobles lecturas ni malas intenciones, lo que nos dicen es lo que es real,y toman ese recurso para guiar nuestro crecimiento, apesar de lo último,la extraño...
Pasé justo frente al niño, el se paró tomo la húmeda bolsa y entro nuevamente al almacén, sonreí con la tipica mueca de alguien que extaña esos momentos de inocencia...
Tuesday, January 9
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